jueves, 7 de junio de 2012

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Anoche en el programa de tercer grado (de primaria como ya se le conoce) los locutores que hacen gala de periodistas, se refirieron a los 60 mil muertos que han resultado de la guerra de Calderón, en tono de burla entrecomillado con los dedos la cita, es decir ni hay tantos muertos ni el presidente es responsable, allá ellos. Solo dejaron ver su miedo pánico a la perdida de los privilegios propios y de sus patrones... En tanto el Peje, (que no lagarto) sigue sumando adeptos antes indecisos...
Vale!!!

Votar por AMLO

Sergio Aguayo Quezada / saguayo@colmex.mx / Reforma - 06 de junio de 2012



Con sentimientos encontrados dejo el bando de los indecisos. Daré mi voto a

Andrés Manuel López Obrador y seguiré revisando críticamente su actuación

pública.


En 2009 impulsé el voto nulo decepcionado con la cosecha de la alternancia:

partidos y políticos degradados que contaminan y corrompen instituciones y

cultura; violencia incontenible y Estado ineficaz y mediocre. Como militante

activo de la ciudadanía indefensa veía con desdén la urna que según todas las

encuestas coronaría al candidato priista pese a su pobre desempeño como

gobernador y a su rala vocación democrática. Confieso que mi preocupación la

trasladaba al próximo 1o. de diciembre cuando empezaría la resistencia a la

restauración.


Mantengo la decepción con lo que hay, pero ahora, en junio, tenemos un

panorama totalmente diferente: Josefina Vázquez Mota se desinfla, Enrique Peña

Nieto desciende y López Obrador crece, mientras una rebelión juvenil sacude,

como en ocasiones previas, la modorra ciudadana. Dada la emergencia nacional

decido votar por AMLO, aunque sigo teniendo dudas sobre algunos rasgos del

aspirante de las izquierdas. Profundizo en el más importante.


En septiembre de 2006 Cuauhtémoc Cárdenas expresó su preocupación por la

"intolerancia y satanización, [por] la actitud dogmática que priva en el entorno de

Andrés Manuel para quienes no aceptamos incondicionalmente sus propuestas".

En mayo de 2012 Javier Sicilia le dijo a López Obrador que para muchos él

"significa la intolerancia" con "aquellos que no se le parecen o no comparten sus

opiniones". El aludido respondió al poeta: "a mí no me puedes meter en el mismo

costal", "no soy autoritario", "no soy mesiánico".


Estoy convencido de que López Obrador ni viola los derechos humanos ni es un

corrupto. Desafortunadamente, también he constatado que no ha combatido con

energía a los corruptos de su partido y que se abstiene de utilizar su ascendiente

para frenar los ataques que sus seguidores lanzan contra quienes difieren de sus

planteamientos. Una precisión: se vale criticar a Sicilia con el bisturí de la razón;

es inaceptable tildarlo de "traidor" e "hijo de la chingada", entre otros adjetivos,

ante la impasibilidad del dirigente político.


Esa tolerancia a la agresividad se relaciona con el llamado de AMLO para que

"participemos todos juntos en la transformación del país". Estamos ante un punto

nodal en la relación sociedad-líder carismático. ¿Se pide una participación

respetuosa de la diversidad y la libertad o se espera y exige subordinación total?



En mi caso, simpatizar o votar por AMLO no mutila mi derecho a revisar

críticamente sus acciones para respaldarlo o contradecirlo. Me opongo a los excesos verbales del porrismo priista, panista o lopezobradorista porque son antesalas para la agresión física. Respaldo el derecho de Sicilia a informar que anulará su voto porque ha aclarado que eso no condiciona a quienes participan en el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, así como mi voto por AMLO tampoco obliga a los integrantes de

Alianza Cívica, organización que actualmente presido.



Escudriñé con enorme cuidado el texto de Sicilia y contiene críticas sólidas al

desdén e indiferencia que nuestra clase política (y eso incluye a la izquierda) ha

mostrado hacia las víctimas. Es una demanda bien armada de quienes conviven

día a día con el sufrimiento y la cínica impunidad de los gobernantes. El reclamo

en Chapultepec sirvió de poco porque después del evento ha seguido el

menosprecio discursivo a los costos sociales de la guerra contra el narco.



Aún así votaré por AMLO por su biografía de honestidad, porque su lucha ha

sido pacífica (pese a la intolerancia mencionada) y porque tuvo una buena

gestión como gobernante del Distrito Federal. Se hizo el desentendido con las

sociedades de convivencia pero alentó la equidad de género y estableció

programas de protección a las madres solteras y a los adultos mayores. Su crítica

a los partidos abre la posibilidad de que respalde el desmantelamiento de la

partidocracia.



La victoria de López Obrador en las urnas no está garantizada. De mantenerse las

tendencias actuales y si empata con Peña Nieto tendrá que superar la compra y

coacción del voto del 1o. de julio. Aun ganando, sus márgenes de maniobra

estarán acotados por los poderes fácticos y por los partidos (incluidos los que

ahora le avientan incienso). La profundidad de las reformas dependerá en buena

medida de la energía de una sociedad organizada, consciente, decidida y libre.


Pero todo eso corresponde a un futuro imposible de anticipar con tantas variables

que andan sueltas. Junio es el mes en el cual tendremos que optar entre dos

opciones. La evidencia muestra que el PRI de Peña Nieto es un peligro para la

democracia. López Obrador es la esperanza de un cambio que será más

equilibrado si participa la sociedad. Por eso votaré por AMLO.

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